La plaza, repleta de terrazas y atestada de estudiantes
disfrutando de una cerveza, los hizo sonreír y quizás disfrutar, todavía más,
de la Stella Artois y la tibieza del sol primaveral en sus rostros.
Hacía escasamente una hora que habían llegado en un tren desde Bruselas y, tras un corto paseo, se
habían dado de bruces con el Ayuntamiento, un hermoso edificio de estilo gótico
flamígero, de aspecto similar a un gran relicario y en torno al cual se
articulaba la Grote Markt .
Norte ya había visitado Lovaina en otras ocasiones pero,
nunca con un tiempo tan bueno. Un sol radiante lucía en todo su esplendor, sirviendo
de excepción a la mala fama que el clima tiene en Bélgica; así que se colocó
sus gafas de sol, se arrellanó en su silla y se dejó acariciar por la calidez de los rayos solares. Para Francesca
era su primera visita y lo que más le sorprendió, al margen de aspectos como el arquitectónico o el histórico, fue precisamente el ambiente universitario que
impregnaba todos y cada uno de los rincones de la ciudad.
Y recordó su época de estudiante universitaria, en Bolonía, en la Emilia-Romagna italiana, y no pudo menos que compararse con
todos aquellos chicos que llenaban las terrazas bajo el sol de la Lovaina (Leuven)
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