«El comercio, en sus infinitas facetas, sigue siendo el motor del mundo,... » ̶ pensó Norte a medida que se acercaba al mercado y percibía como el ajetreo y la animación de las calles aledañas iba en aumento.
Y es que, no en vano, el comercio posiblemente es una de las actividades
más antiguas de la humanidad…
... y a pesar de ello, o quizás por esa misma razón, todos los mercados se parecen. En todos ellos se mantiene ese vínculo entre el comerciante y el cliente,… esa confianza tácita que todo pacto necesita.
Pero también cada mercado conserva el distintivo que lo caracteriza… esa etiqueta que lo identifica, la peculiaridad que diferencia a cada uno de los mercados del mundo y que está impregnada de la personalidad y la esencia del lugar y de sus gentes.
En Mindelo, en la isla de San Vicente, en el archipiélago de Cabo Verde, el colorido, los sonidos y sus gentes le proporcionan a sus mercados esa pincelada amable y sencilla que los hace singulares.
Se dejó arrastrar por las sensaciones y deambuló entre los puestos repletos de mercancías y de sueños de prosperidad reflejados en los rostros de muchas de aquellas mujeres que, como en tantos otros lugares de la tierra, llevan sobre sus espaldas la pesada carga de la precaria economía familiar.
Mirase hacia donde mirase, Norte comprobó que aquel universo no se detenía
en la venta de productos. Por todas partes, en torno al mercado, prosperan actividades
económicas que le reafirmaron en la idea de que, en efecto, el comercio es el
motor del mundo.
Pero si algo le maravilló una vez más es que los mercados, en cualquier lugar, son además lugares de evasión, de relaciones sociales,…
… era como si se tratase de un
mundo aparte, ajeno a todo lo que ocurre en el resto del universo.