Quizás no fuese el jardín del Palacio de los marqueses de Fronteira en Benfica con sus setos de boj exquisitamente recortados y su fantástico muro recubierto de azulejos, o el jardín sagrado del Bom Jesús en Braga, con su extraordinaria escalinata; tal vez fuese irrelevante si se compara con la monumentalidad de las caprichosas e imposibles terrazas del jardín de la Casa de Mateus en Vila Real; y por supuesto nada equiparable con los jardines del Palacio Nacional de Queluz muy cerca de Lisboa.
Desde luego el jardín del Palacio dos Biscaínhos era mucho más modesto, mucho más pequeño y, sobre todo, mucho más discreto, tanto que muchas veces pasaba desapercibido para los turistas que recorrían las calles de aquella pequeña ciudad. Quizás la mesura que, en todos los sentidos, destilaba el lugar fuese precisamente lo que a Norte más le atrajo de aquel jardín barroco escondido en el centro de la ciudad de Braga.
Sus parterres, con los setos de boj, y sus formas geométricas rivalizan con grutas artificiales, pérgolas, fuentes y esculturas en un juego de seducción en el que la vegetación protagoniza el papel principal.
Es el jardín barroco reinterpretado por la cultura portuguesa en el que se aglutinan las influencias italianas y francesas con pinceladas y propuestas propias como la utilización de los azulejos.
Es el jardín barroco reinterpretado por la cultura portuguesa en el que se aglutinan las influencias italianas y francesas con pinceladas y propuestas propias como la utilización de los azulejos.
Y si todo ese artificio no fuese suficiente, el jardín se engalana con ejemplares soberbios como el tulipanero de Virginia y los rincones con camelias que dejan adivinar la arquitectura de los edificios del palacio.
Y en la planta baja del edificio, la decoración estriada de los suelos y el mimo en la decoración de los establos pone de relieve la importancia de los caballos en el día a día de los moradores de la casa.
Mientras tanto, los azulejos retoman el protagonismo decorando escaleras y paredes en una especie de lenta y modesta transición que trasladó a Norte a la hermosa y serena escenografía barroca desplegada en los salones y las habitaciones del palacio.