jueves, 14 de noviembre de 2019

Apenas un suspiro


Todavía visiblemente afectado, acabó de leer el artículo y levantó la vista de la pantalla de su ordenador. En una de las baldas de la estantería que cubría las paredes de la habitación pudo distinguir el pequeño trozo de hormigón coloreado y de inmediato se abrió una ventana al pasado.

¡Cómo había pasado el tiempo!, … un suspiro desde que un buen amigo le había regalado aquel pedacito de historia, … apenas un instante desde que aquel 9 de noviembre de 1989 el muro que dividía Berlín comenzó a ser derribado, … tan solo un momento de apenas 30 años.

Todavía recordaba cómo, con cierto sentimiento de envidia, deseó haber vivido de primera mano esos momentos y cuando, años después, pudo visitar la capital alemana lo primero que hizo fue buscar los escasos restos que quedaban, ahora convertidos en símbolos, … apenas unos metros de aquellos 155 Km de muros y alambradas que un día separaron la República Democrática Alemana de la República Federal Alemana.

Un muro ominoso que, durante 28 años, 2 meses y 27 días, separó una nación y costó la vida de al menos 140 personas. Un muro juzgado por la historia y ejecutado por la ira y la piqueta de un pueblo.











viernes, 1 de noviembre de 2019

Para la guerra de otros


La mañana transcurría parsimoniosa, lenta, como apesadumbrada. El cielo plomizo, decorado con nubes grisáceas, daba al entorno agreste y austero de la Sierra do Xurés, un aspecto acerado y frío que acentuaba si cabe, todavía más, la grandiosidad del paisaje que lo rodeaba.



Llevaba casi dos horas ascendiendo por una senda exigente que lo llevaría directamente a su destino, la Mina das Sombras. Una antigua explotación minera de wolframio a 1.200 m de altitud, perdida en un rincón del Parque Natural Peneda -Xurés, en Ourense, … a tan solo unos cientos de metros de la frontera con Portugal.



Todavía resoplando por el esfuerzo, Norte se detuvo unos instantes para recuperar el aliento y disfrutar de la simple contemplación del entorno. Todo a su alrededor latía con el acompasado ritmo de la naturaleza. Esa cadencia pausada que hacía de los brezales que tapizaban las laderas con su intensa floración fucsia, un hermoso y colorido lienzo.


Por todas partes, allí donde la vegetación fue incapaz de arraigar, afloraban las formaciones graníticas, restos que el hielo depositó hace 15.000 años cuando las lenguas glaciares descendían por estos valles, modelando el terreno como solo la naturaleza y el tiempo son capaces de hacer.


En ese mundo de escarpadas laderas, gargantas de ríos imposibles y fantasmagóricos bolos graníticos conviven especies como el lobo, el águila real o la cabra montés. Y para su observación Norte es sabedor de que solo es necesario tener un poco de suerte … y mucha paciencia.



Continuó ascendiendo trabajosamente por la pedregosa senda que los mineros utilizaron antaño para subir los materiales necesarios para la explotación y para bajar los sacos de mineral a lomos de las bestias. Un camino espantoso en el que todavía se pueden imaginar las penalidades de aquellos hombres dispuestos a arrancar de las entrañas de la tierra el preciado material.

Y es que, en plena postguerra de la contienda civil española, cuando el hambre, la pobreza y la miseria se apoderaron del país, algunos pueblos medraron arrimados a los yacimientos de un mineral que serviría para la guerra de otros.

Fue entonces cuando Norte recordó que el wolframio es un mineral muy escaso pero con importantes aplicaciones bélicas, empleado para endurecer las aleaciones de acero, lo que lo hace insustituible para revestimientos de cañones y mejora de los blindajes, … un fin mucho menos honroso que los filamentos incandescentes de las bombillas para los que se usaba en tiempos de paz.

Mientras, a medida que se acercaba a la explotación, los restos de antiguas construcciones comenzaron a aparecer. Aquí y allá los últimos vestigios de la presencia humana luchaban por no desaparecer engullidos por la vegetación que de un modo inexorable recuperaba, en una suerte de lenta pero eficaz ofensiva, una a una todas las plazas perdidas.


La demanda de este escaso mineral en la II Guerra Mundial por aliados y alemanes favoreció la escalada de precios acentuando el contrabando de pequeñas cantidades por la población local. Fue entonces, en el momento que Norte se asomó a la bocamina, cuando se imaginó a los mineros ocultando el mineral para después comercializarlo clandestinamente y así sacar adelante a sus familias.



Padecimientos, persecuciones y hambruna en la postguerra española que ahora yacen sepultadas por la naturaleza, pero vivas en la memoria de la población que todavía recuerda las penalidades que sirvieron para la guerra de otros.