sábado, 13 de junio de 2020

El capricho rojizo de la naturaleza



Dio un rápido vistazo al espejo retrovisor de su automóvil y Norte no pudo menos que volver a maravillarse. A sus espaldas, todavía coronada de nieve, la cordillera que separaba la Península Ibérica del resto del continente europeo conformaba un fantástico espectáculo. Una cadena montañosa de más de 400 km de longitud y cumbres de más de 3.000 m que emerge del Mar Mediterráneo para morir en el Mar Cantábrico. 

Se adentraba ahora en el Prepirineo, una franja montañosa con cumbres de menor altura y profundos y estrechos valles recorridos por ríos caudalosos, considerada la antesala de la Cordillera Pirenaica. Y ese era precisamente su destino, ya que esa estrecha banda montañosa se caracterizaba por contener enormes depósitos de conglomerados procedentes de los arrastres de ríos y glaciares hacia la depresión del Ebro. 

Quizás por ello se llevó una pequeña decepción cuando la carretera por la que conducía, serpenteando junto al cauce del río Gállego, le mostró un bello paisaje pero ni rastro de las formaciones geológicas que estaba buscando. Por un momento pensó que se había equivocado o que quizás las descripciones que le habían hecho de ellas fuesen un poco exageradas; no en vano ya le había ocurrido en otras ocasiones que los relatos de sus interlocutores habían resultado excesivamente entusiastas.


Pero todo cambió cuando, tras una curva, la carretera y el río se encajonaron en un pequeño cañón. Y allí estaban, no cabía la menor duda. Había llegado a su destino, los Mallos de Riglos, unas monumentales formaciones geológicas constituidas por un conglomerado de arena, arcilla y cantos rodados consolidados con carbonatos. 

Después, millones de años de erosión y plegamientos de la corteza terrestre dieron como resultado unos fantásticos farallones de más de 250 m de altura denominados “mallos”. De un hermoso color rojizo, debido a las arcillas y el mineral de hierro que forma parte de su composición, conforman unos singulares escarpes rocosos que fueron quedando aislados de la montaña debido a la erosión. Era como si, una vez más, la naturaleza hubiese dado rienda suelta a su imaginación y las suaves y verdes laderas tapizadas de enebros y sabinas alumbraran el capricho rojizo de la naturaleza.


Durante un buen rato se quedó contemplando la estampa que tenía ante sí y, por unos instantes, deseó ser un experimentado escalador para poder trepar por esas paredes y poder compartir con las colonias de buitres leonados y quebrantahuesos que habitan sus paredes, las hermosas vistas de los cañones del río.


Cuando por fin pudo abstraerse de la sugestiva atracción que la pared rojiza ejercía sobre él, Norte se dirigió a la pequeña localidad de Riglos que, desde hacia siglos, se asentaba a su abrigo. Le esperaba algo quizás no tan excitante como la escalada, pero seguro que muy emocionante y conmovedor; se trataba del Camino del cielo, una ruta de senderismo que lo llevaría a través de los mallos, un espectáculo para los amantes de la naturaleza.

lunes, 1 de junio de 2020

La naturaleza guardada


Qué difícil era llegar allí,… y no solo físicamente. Antes, Norte tuvo que pedir un permiso administrativo para después desplazarse hasta el Macizo Central, una amplia zona montañosa prácticamente despoblada en Ourense. Se sentía en cierto modo un privilegiado, ya que sería una de las 35 personas que ese día podrían visitar el lugar.

Flanqueado por la Sierra de Queixa y la Sierra San Mamede con picos de más de 1.700 m de altura, es donde se esconde el parque natural de O Invernadeiro. Un espacio donde todo es naturaleza,… más de 5.700 ha de protección ambiental para un lugar en el que no existen asentamientos humanos, una propiedad que no ha sido dividida desde la Edad Media cuando su uso era el pastoreo y la caza hasta que en 1997 fue declarado parque natural, cerrando así su estrecho vínculo que siempre ha tenido con el medio ambiente… es la naturaleza guardada. 

Una sucesión de montañas ondulantes acoge hermosos bosques de robles, tejos y acebos junto con grandes extensiones de matorral bajo que sirven para dar cobijo y sustento a jabalís, armiños y martas, también a corzos y cabras,… son los terrenos de caza del lobo y reciente también del oso que vuelve a recuperar sus dominios.

Son las viejas montañas galaicas desgastadas por el tiempo que, metódico e incasable, modeló sus profundos valles y sus redondeadas cumbres hasta conseguir un resultado excepcional. El viento, la lluvia y el hielo desgastaron y meteorizaron con la paciencia de un viejo artesano cada uno de los rincones de O Invernadeiro, permitiendo que el matorral bajo crezca en los suelos mas pobres mientras que allí donde el suelo es un poco más profundo los acebos, los robles, abedules, tejos y castaños dominen la vegetación. 

Ahora, desde allí arriba, Norte sentía que el farragoso papeleo administrativo y el largo viaje que había tenido que realizar habían valido la pena. El viento en su rostro, los aromas y los paisajes que estaba disfrutando conformaban una hermosa sinfonía que solo la naturaleza sabe interpretar.