Quizás fuese la sensación de armonía, acaso la de libertad, o tal vez la oportunidad de disfrutar de paisajes fantásticos, … la realidad es que Norte sentía la naturaleza como ese lugar excepcional que a él se le antojaba irrenunciable para el ser humano.
Ante él, las vistas espectaculares del río y el vertiginoso cañón creado a base de millones de años de erosión y, como resultado, ese profundo desfiladero en cuyas cuyas paredes crece un denso bosque de quejigos, encinas madroños y enebros,… y en las zonas más umbrías acebos, tejos y hayas.
Son apenas 20 km de un sendero que recorre el cañón que el río Ebro se ha encargado de cincelar pacientemente en la roca caliza. Es una senda circular en el que uno sale y vuelve a Valdelateja después de recorrer fantásticos caminos que discurren por las riberas de los ríos Rudrón y Ebro, flanqueados en todo momento por bosques de chopos, sauces, alisos, tilos y fresnos.
Y allí donde el medio natural da una tregua y el cañón se ensancha, la senda atraviesa hermosos pueblos que todavía mantienen fantásticos conjuntos urbanos rebosantes de ricas casas blasonadas de los siglos XVI, XVII y XVIII, cuando la prosperidad sonreía aquellas tierras de Pesquera de Ebro y Cortigosa,
… y nos permite contemplar hermosos paisajes, gozar de una buena caminata y reencontrarnos con el medio natural.