jueves, 1 de abril de 2021

Aquel a quién le es permitido quedarse...

 

Abrió la aplicación de su celular y leyó con atención el significado de la palabra que estaba buscando,… y no se sorprendió en absoluto, ya que el término mudéjar significa “aquel a quién le es permitido quedarse”; haciendo una referencia explícita a los musulmanes que permanecieron en tierras reconquistadas por los cristianos adaptando las formas constructivas musulmanas al arte románico primero y gótico y renacentista después, durante un largo período que abarcó desde el XII hasta bien entrado el siglo XVI.

Así que guardó su teléfono y se dispuso a disfrutar de un largo y placentero paseo por Sahagún, lugar al que se le considera el origen de una nueva concepción del arte, un mestizaje entre dos mundos, el musulmán y el cristiano que alumbró el arte mudéjar.



Mientras se perdía caminando entre las callejuelas de la ciudad vieja Norte pudo comprobar los rasgos comunes a ese peculiar estilo de construcción,… materiales baratos como yeso, ladrillo y madera; arcos de medio punto, apuntados o de herradura de clara influencia islámica, con muros y columnas en ladrillo.



Pero si algo resultaba especialmente llamativo en el conjunto compositivo del arte mudéjar, era sin duda la torre, con una indudable semejanza al alminar islámico.

Estaba buscando la Iglesia de San Tirso, uno de los templos más representativos del arte mudéjar leonés, cuando los restos de la Abadía de San Benito le proporcionaron un hermoso encuadre. A través de uno de sus arcos que todavía permanece en pie, Norte descubrió la silueta de su torre de planta rectangular sobre la que se levantan tres cuerpos con bellas arquerías.



Un templo de bellísima y armoniosa factura que se comenzó a construir en el siglo XII, y tras las primeras hileras en piedra de su ábside fue continuado y concluido en ladrillo.



Muy cerca de allí destacaba otra gran torre, se trataba sin duda de la Iglesia de San Lorenzo, de dimensiones muy semejantes a la de San Tirso pero construida íntegramente en ladrillo en el siglo XIII. Su bella torre troncopiramidal con cuatro cuerpos, destaca por sus galerías de arquillos y conjuga el espíritu cristiano y las formas decorativas musulmanas.



Surgido en tierras cristianas, el mudéjar fue creado y ejecutado por artistas musulmanes en un fructífero intercambio cultural y de mestizaje que ha llegado hasta nuestros días.

lunes, 1 de marzo de 2021

La emotiva belleza de lo inesperado

 

A veces es necesario dejarse llevar, desentenderse de la racionalidad que todo lo preside, en fin, … consentir un poco de improvisación en nuestras vidas y que la espontaneidad tome el timón de nuestras decisiones,… y es que cuanto más analizamos, menos espacio dejamos a la intuición,… a la emoción,…

Y Norte solía hacerlo con bastante frecuencia. Así, enfrascado en sus pensamientos y disfrutando de la austera belleza del paisaje por el que circulaba, le llamó la atención un pequeño edificio. No tenía nada de especial, apenas un pequeño rectángulo de mampostería en medio de la nada, junto a una carretera secundaria que une Herrera con Cervera de Pisuerga, camino de la montaña palentina.

Aún así detuvo su vehículo. La sombra de un árbol dibujaba su perfil en la fachada gracias al tibio sol de invierno que ya se ponía por el horizonte, dándole cierta gracia a aquella austera fachada en la que sólo destacaba una puerta con un arco de medio punto, dovelada y flanqueada por dos columnas de desgastados capiteles.

Estos elementos arcaicos, quizás reutilizados y seguramente de factura mozárabe, despertaron un repentino interés en Norte. Así que decidió rodear la nave de la pequeña ermita hasta llegar a su cabecera y, de pronto, percibió la emotiva belleza de lo inesperado. 

Ante él apareció un hermoso ábside semicircular decorado con un friso especialmente bello, compuesto por esquinillas talladas en bloques de piedra y un ajedrezado que se superponía a una serie de arquillos ciegos que enseguida le recordaron a los de estilo lombardo; toda una rareza en la zona donde se encontraba.


Se trataba, sin duda, de la parte mas antigua del edificio, posiblemente levantada en el año 1076 y dedicada a San Pelayo, tal y como rezaba la lápida de consagración del templo.


Volvió sobre sus pasos con la esperanza de acceder a su interior para comprobar que, lamentablemente, la puerta estaba cerrada, aunque sí disponía de una pequeña pieza de vidrio a través de la cual, Norte podía disfrutar de unas buenas vistas del interior de la nave.

Asombrado comprobó los restos de decoración pictórica cubrían el interior del ábside, con los vestigios de un hermoso pantocrátor en su parte central, flanqueado por bellas imágenes de los apóstoles. Una cautivadora muestra de pinturas románicas del siglo XII.





viernes, 8 de enero de 2021

Percibir, sentir,...

 

Realmente no tengo muy claro cómo empezó todo aquello. No recuerdo si fue producto de mi imaginación o si el destino jugó conmigo. 

En cada encuentro, Olga llenaba con su presencia la diminuta estancia. El dulce aroma a rosas frescas que desprendía lo impregnaba todo y su hermosa y aterciopelada voz, con esa ensoñadora entonación que me cautivaba, conformaban una deliciosa simbiosis que me enloquecía y con la que fantaseaba a diario, esperando impaciente la próxima cita. 

Percibía sus movimientos armónicos y sutiles, como si se tratase de una delicada pluma movida por la brisa. Y nada más recostarse, cada vez que mis dedos se deslizaban por sus largas piernas un cúmulo de sensaciones inconfesables recorría todo mi cuerpo. 

Para mi la piel no guardaba ningún misterio,… es, sin duda, un instrumento de alta precisión emocional, y tocarla, rozarla, acariciarla, con la yema de los dedos es un acto de amor… 

―¡Pedro!,… ¡Pedro!,… ―la voz de Olga me sacó repentinamente del profundo estado de ensoñación en el que se encontraba ―¿Cómo me encuentras?, he realizado todos los ejercicios que me ordenaste. ¿Estaré lista para la representación? 

―Descuida Olga, parece que tu lesión de esguince ha mejorado. Mañana podrás comenzar los ensayos con el resto de la compañía. Recuerda calentar antes de empezar. 

―Eres un cielo. No se que haría sin ti. No se si te apetecería ir a alguna representación...

―Gracias Olga. Que sea ciego no quiere decir que no disfrute con un espectáculo de danza clásica. Claro que iré. 

...................................

250 palabras

viernes, 4 de diciembre de 2020

La Casa de la Escusalla

 


Anoche soñé que volvía a La Escusalla. Me parecía estar parada en la entrada. Desde allí podía ver los restos de la enorme y enigmática casona que resistía con osadía el paso del tiempo. Junto a ella, los muros de la capilla con un bello retablo pétreo todavía en pie, eran perfectamente reconocibles a pesar del manto vegetal que la cubría. 

Ha pasado mucho tiempo y todavía conservo nítidos los recuerdos de lo que viví en aquella casa, ahora reservada y silenciosa, que guarda con celo sus secretos, como si desvelarlos supusiese un acto de deslealtad y traición por el que se paga con un alto precio.


Recuerdo aquel primer día, justo en mi décimo sexto aniversario, cuando entré a formar parte del servicio de la casa. Nací en una pobre familia de labradores y la casa de La Escusalla me fascinó desde el primer instante. En la planta baja las estancias me sorprendieron. Sus almacenes repletos de alimentos, las cocinas, las habitaciones del servicio,… y la planta noble simplemente me maravilló. 

Enormes aparadores atestados de delicadas vajillas cartujanas, hermosas cristalerías portuguesas, deslumbrantes lámparas y espejos de Murano,... gruesas alfombras de lana. Todo un mundo desconocido para mi, que estuvo a punto de engullirme entre sus poderosas fauces y del que me vi liberada casi milagrosamente. 

En la planta superior vivían los señores de la casa, los Bahamonde-Nogueira, un matrimonio de Pontevedra sin descendencia que había comprado la casa no hacía mucho tiempo. Una grave afección respiratoria de la señora fue la responsable de la mudanza ya que le permitía tratarse tomando las aguas bicarbonatadas en el cercano balneario de Lobios, en el límite de la frontera con Portugal. 

En la planta baja vivía y trabajaba el servicio. Dependiendo de la época del año éramos un número cambiante de personas, dirigido con mano de hierro por la gobernanta de la casa, Doña Benita. Cada vez que una de nosotras la veía, trataba de huir de ella como si de la peste se tratase. Era mal encarada, colérica y yo diría que también malévola, pero sobre todo lo que me aterrorizaba era su mirada fría como el hielo que parecía atravesarte de lado a lado. 

Arriba y abajo conformaban dos mundos completamente diferentes, antagónicos y complementarios que se movían al ritmo de la salud de la señora de la casa y, sobre todo, del estado de ánimo de su gobernanta. 

Nada más entrar al servicio de los señores, Conchita mi compañera de cuarto, me puso al corriente de las leyendas de la casa, un microcosmos envuelto en un halo de misterio desde su construcción en el siglo XVIII. 

Susurrando en el silencio de las noches, por miedo a que nos sorprendieran, me fue desgranando los avatares que la propiedad sufrió a lo largo de su dilatada historia; los diferentes propietarios que la habitaron, su misteriosa relación con la Inquisición y mil historias más, seguramente adornadas por el entusiasmo narrativo y la desbordante imaginación de mi compañera de cuarto. Pero, sobre todo, me habló de la relación entre la gobernanta de la casa y D. Pedro, un antiguo administrador de la propiedad, desaparecido y buscado por la justicia bajo la acusación de asesinato de trabajadores portugueses que contrataba y mas tarde mataba para no pagarle los jornales,… y la creencia generalizada de que se deshacía de sus cadáveres enterrándolos bajo las losas de piedra de la capilla. 

Tal era así que muchos trabajadores de la finca juraban haber visto en más de una ocasión, coincidiendo con la repentina desaparición de algún jornalero, luces a medianoche en el interior de la capilla. 

Fue aquella fatídica noche de Difuntos cuando se sucedieron los terribles acontecimientos que derivaron en la tragedia que nos sorprendió y de la que la mayoría, milagrosamente salimos indemnes. Ocurrió cuando el Sr. Bahamonde comunicó a Doña Benita que dispusiera todo para que, en los próximos días, comenzaran unas importantes reformas en varias dependencias de la casa, entre las que se encontraba la capilla. 

Desde el primer momento la gobernanta de la casa trató de convencerlo de la inconveniencia de las obras y, poco a poco, las diferencias de opinión derivaron en una fuerte discusión que llamó mi atención y la de todo el servicio. 

Después todo fue ruido y confusión, especialmente cuando muchos de nosotros pudimos oír como Doña Benita, enloquecida, comenzó a gritar, amenazándonos de muerte. 

Fue más tarde cuando la sorprendí, con los ojos enrojecidos por la ira, prendiendo fuego en los almacenes de la planta baja. Tan pronto me vio se abalanzó hacia mi como una demente. Milagrosamente me desembaracé de ella y salí corriendo hacia el patio. 

En pocos minutos el fuego se propagó por las estancias de la casa, devorando muebles y enseres en una inmensa pira. Mientras veíamos impotentes como las techumbres cedían y las llamas se alzaban al cielo iluminando la negrura de la noche, oímos unos espeluznantes y desgarradores gritos procedentes de la capilla en llamas, en los que muchos reconocimos a Doña Benita y a Don Pedro. 

Ahora, muchos años después, todavía evito pasar cerca de la casona. Allí sobre los restos del bello altar pétreo de la capilla alumbran dos velas que nadie sabe quién las atiende,… quizás tenga que ver con las dos luces que muchos vecinos juran que se ven cada primero de noviembre en las ruinas de lo que un día fue la Casa de la Escusalla.


------------------------------------------------------------------------------------------------

900 palabras

La historia de La casa de la Escusalla, se mueve entre la realidad y la ficción. Sus ruinas están situadas en el Ayuntamiento de Lobios, al Sur de la provincia de Ourense, en la misma frontera con Portugal. En Galicia, la magia y la racionalidad coquetean asiduamente en un juego de seducción que a nadie extraña, así que en este relato encontrareis historias reales entremezcladas con la fantasía de Norte.

Podéis saber más de la casa de la Escusalla en:

https://www.galiciamaxica.eu/galicia/ourense/casa-da-escusalla/

miércoles, 14 de octubre de 2020

El susurrar de las piedras

 «El claustro románico más hermoso»   ̶̶ recordó Norte la conclusión de un artículo sobre Santo Domingo de Silos, mientras se perdía en el silencio que aquel lugar le estaba regalando. Afortunadamente esa no era una decisión sobre la que tuviera que pronunciarse, pero es que, además, estaba seguro que la elección de cada persona, por unas razones u otras, sería distinta. En su caso no le cabía la menor duda y si tuviera que decantarse por alguno, lo haría por aquel claustro.

Había tenido suerte, mucha suerte y en el turno de visitas que había reservado no se había presentado nadie más que él, … todo un lujo que Norte estaba dispuesto a paladear con el placer que proporciona un lugar en donde el sosiego y la serenidad alcanzan proporciones inusuales.

Conocía sobradamente los aspectos históricos y artísticos que lo caracterizaban, no en vano lo había visitado en varias ocasiones y en todas ellas había disfrutado de las interesantes descripciones de los guías; quizás por ello declinó la visita guiada y se limitó a un simple paseo por el claustro en la soledad más absoluta.

Solo recordar algunos hechos históricos vinculados al cenobio, causaban en Norte una agitación interior difícil de controlar. Pensar que Rodrigo Díaz de Vivar donó alguna de sus posesiones al monasterio o que, camino de su destierro, pasó por allí cuando el claustro todavía estaba en construcción, dan una idea de los avatares y circunstancias con los que el Monasterio de Santo Domingo de Silos convivió a lo largo de su historia.

Algo parecido ocurrió con sus aportaciones a la cultura y escritura medieval. Y es que en el escriptorium de la Abadía vieron la luz las Glosas Sinensis, en las que se recogen las primeras palabras castellanas escritas. En realidad se trataba de cometarios en lengua romance peninsular realizados en los márgenes de un códice escrito en latín, … 
Pero si algo le fascinaba a Norte de aquel lugar era su aspecto artístico, … especialmente el claustro, el centro de la vida del cenobio, el lugar de donde parten y a donde llegan las actividades diarias del monasterio. Con esa armónica conjunción de arcos, columnas y un infinito catálogo de capiteles figurativos y relieves bellamente decorados con escenas bíblicas que lo hacen único.
Detenerse ante cada capitel era para Norte como descubrir la historia tras cada uno de los motivos vegetales, arpías, aves y leones, entrelazos de cestería, combates de caballeros y un sinfín de escenas bíblicas en la piedra bellamente trabajada, … era como escuchar el susurro de las piedras en una hermosa melodía en la que se entremezclaba el sonido de los cinceles de los maestros canteros y las oraciones de los monjes.



jueves, 1 de octubre de 2020

La silueta eterna

 

Jamás conseguiría ascender hasta su cima. Le sobraban años, le faltaba técnica y, sobre todo, agilidad. Quizás en su juventud pasada, acompañado de un experto escalador que lo guiase, habría podido lograrlo por su cara más fácil. Pero lo cierto era que aún así, siempre que podía, Norte volvía a realizar la senda que lo llevó hasta su base la primera vez que lo descubrió y cuya silueta eterna lo fascinó. 

Para él, volver a contemplar el Pico Urriello, se había convertido en una tradición que comenzaba en el pueblo de Sotres para, después de dejar atrás Cabao y cruzar el río Duje, ascender por una pista hasta llegar a la base del collado de Pandébano. Después solo quedaba superar con paciencia la senda con hermosas vistas hasta la majada de la Terenosa para alcanzar el collado Vallejo, antes de llegar a la Vega del Urriello a 1960 m de altitud. 









martes, 1 de septiembre de 2020

Deliciosa, hermosa, modesta, refinada...


… y quizás se le pudiesen atribuir cientos de adjetivos más, pero es que cuando vio por primera vez la pequeña ermita encaramada en unas peñas en la aldea de Vallespinoso de Aguilar, enseguida se percató de ese halo especial que rodea a las cosas bellas,… con vida propia, y este era el caso de Santa Cecilia, un hermoso ejemplo de románico palentino de finales del siglo XII.

En algún lugar había oído que el arte se expresaba a través de la capacidad de manejar la materia por parte del artista, y en este caso Norte no podía estar mas de acuerdo. Los maestros canteros habían construido un pequeño templo que se mimetizaba con el entorno que lo rodeaba; era como una excrecencia de la propia madre tierra que los elementos habían modelado de forma caprichosa hasta obtener como resultado una deliciosa, hermosa, modesta y refinada ermita.


Una obra sencillamente deliciosa… en la que los creadores de Santa Cecilia habían concebido con su trabajo un universo iconográfico en el que se representan formas fitomórficas y geométricas que conviven con escenas bíblicas, animales fantásticos, arpías y labores cotidianas. Tanto era así que durante un buen rato Norte se detuvo a observar con detalle la puerta de grandes proporciones que se abría en una profunda bocina compuesta de siete arquivoltas, alguna de ellas decorada con un hermoso catálogo vegetal.


Hermosa,… y no solo por por la armonía que destilaba el conjunto, sino por esa vida propia que la ermita emanaba desde su interior, en una suerte de goce estético en el que Norte se vio atrapado desde el primer instante.


Modesta… por sus pequeñas dimensiones y el entorno austero en el que se encontraba. Y es que Norte no dejaba de asombrarse que con tan solo dos espacios, una nave rectangular y un ábside semicircular adosado a su cabecera, sus creadores hubiesen podido levantar un templo tan sencillo y a la vez tan hermoso.


Y refinada,… con unos sillares perfectamente trabajados, en donde sus creadores han cincelado formas imposibles; tal vez en un intento de estimular nuestra sensibilidad y sentimiento quizás más que a nuestra comprensión y razonamiento.

miércoles, 1 de julio de 2020

El cenobio mágico


Desde la distancia, el emplazamiento simplemente lo sobrecogió,… frente a él, emboscado bajo un enorme promontorio rocoso, el cenobio parecía que en cualquier momento podría desaparecer sepultado por la montaña. 

No obstante Norte elevó su ceja izquierda, al tiempo que esbozaba una sonrisa, al recordar que desde hacía más de mil años aquel conjunto monástico formaba parte del conglomerado rocoso que lo amparaba. 

Todo allí parecía trasladar al visitante a un ambiente de retiro en soledad, lejos de los placeres mundanos y en contacto con el medio natural que allá por el siglo X propició la fundación del monasterio. 

San Juan de la Peña despliega un halo mágico que enseguida atrapó a Norte… un medio natural escarpado que desafia la existencia de cualquier edificación en la que más que una construcción realizada por las manos del hombre, los edificios armonizaban de tal modo con el medio natural que parecían formar un conjunto único, resultado de la acción conjunta de las fuerzas geológicas y la erosión del viento y la lluvia, 


... un pasado cargado de historia y en el que, al abrigo de sus muros, se escribió, durante los siglos XI y XII, buena parte de la historia de la monarquía aragonesa. Después, a medida que las conquistas cristianas avanzaban hacia el Sur, fue perdiendo la influencia que ejercía y con ello las preferencias de los monarcas, 


… leyendas fantásticas que sitúan en este cenobio el Santo Grial allá por el año 713 para ponerlo a salvo de los ejércitos musulmanes, 


… y una riqueza arquitectónica única debida su belleza y a la singularidad de su emplazamiento que hace que los artistas hayan tenido que acomodar las piezas a la estructura del terreno. 


… y un claustro que quita la respiración; uno de los elementos más relevantes del monasterio, obra del Maestro de Agüero, un artista anónimo que plasmó bellísimas escenas bíblicas en sus capiteles. 



Todo en San Juan de la Peña rezuma arte e historia, un conjunto mágico en un enclave único.

sábado, 13 de junio de 2020

El capricho rojizo de la naturaleza



Dio un rápido vistazo al espejo retrovisor de su automóvil y Norte no pudo menos que volver a maravillarse. A sus espaldas, todavía coronada de nieve, la cordillera que separaba la Península Ibérica del resto del continente europeo conformaba un fantástico espectáculo. Una cadena montañosa de más de 400 km de longitud y cumbres de más de 3.000 m que emerge del Mar Mediterráneo para morir en el Mar Cantábrico. 

Se adentraba ahora en el Prepirineo, una franja montañosa con cumbres de menor altura y profundos y estrechos valles recorridos por ríos caudalosos, considerada la antesala de la Cordillera Pirenaica. Y ese era precisamente su destino, ya que esa estrecha banda montañosa se caracterizaba por contener enormes depósitos de conglomerados procedentes de los arrastres de ríos y glaciares hacia la depresión del Ebro. 

Quizás por ello se llevó una pequeña decepción cuando la carretera por la que conducía, serpenteando junto al cauce del río Gállego, le mostró un bello paisaje pero ni rastro de las formaciones geológicas que estaba buscando. Por un momento pensó que se había equivocado o que quizás las descripciones que le habían hecho de ellas fuesen un poco exageradas; no en vano ya le había ocurrido en otras ocasiones que los relatos de sus interlocutores habían resultado excesivamente entusiastas.


Pero todo cambió cuando, tras una curva, la carretera y el río se encajonaron en un pequeño cañón. Y allí estaban, no cabía la menor duda. Había llegado a su destino, los Mallos de Riglos, unas monumentales formaciones geológicas constituidas por un conglomerado de arena, arcilla y cantos rodados consolidados con carbonatos. 

Después, millones de años de erosión y plegamientos de la corteza terrestre dieron como resultado unos fantásticos farallones de más de 250 m de altura denominados “mallos”. De un hermoso color rojizo, debido a las arcillas y el mineral de hierro que forma parte de su composición, conforman unos singulares escarpes rocosos que fueron quedando aislados de la montaña debido a la erosión. Era como si, una vez más, la naturaleza hubiese dado rienda suelta a su imaginación y las suaves y verdes laderas tapizadas de enebros y sabinas alumbraran el capricho rojizo de la naturaleza.


Durante un buen rato se quedó contemplando la estampa que tenía ante sí y, por unos instantes, deseó ser un experimentado escalador para poder trepar por esas paredes y poder compartir con las colonias de buitres leonados y quebrantahuesos que habitan sus paredes, las hermosas vistas de los cañones del río.


Cuando por fin pudo abstraerse de la sugestiva atracción que la pared rojiza ejercía sobre él, Norte se dirigió a la pequeña localidad de Riglos que, desde hacia siglos, se asentaba a su abrigo. Le esperaba algo quizás no tan excitante como la escalada, pero seguro que muy emocionante y conmovedor; se trataba del Camino del cielo, una ruta de senderismo que lo llevaría a través de los mallos, un espectáculo para los amantes de la naturaleza.

sábado, 14 de marzo de 2020

La sosegada y espiritual geometría del silencio


Nada más entrar Norte se percató de su error. ¿Cuántas veces habría pasado a su lado, camino de la meseta?,… y tan solo se encontraba a unos cientos de metros,… ni tan siquiera estaban ocultas a la vista; el hermoso perfil de sus muros derruidos se adivinaba desde la carretera.


Con una belleza pétrea que exuda calma y equilibrio, el Monasterio de Santa María de Carracedo se obstina en permanecer en pie en una cruenta lucha que cada día libra para que su historia no se desvanezca con el paso del tiempo.


Cada piedra, cada rincón, recuerda la antigua presencia humana, con una armonía silenciosa que nos traslada al silencio monacal, de renuncia a la vida mundana y entrega a la oración de los monjes que vivieron entre sus muros y recorrieron esas estancias.


Con un halo de serenidad y fascinación, su pasado se pierde en las brumas del tiempo. Su historia está repleta de acontecimientos que, desde el siglo X, han permitido a los benedictinos primero y más tarde a la Orden del Cister vivir en comunidad con el retiro, la pobreza y el trabajo en el campo como una manera de acercarse a lo divino.


Y Norte todavía pudo percibir toda la magia que encierra el lugar bajo la espectacular serenidad que contagian sus muros derruidos.


Cada estancia, cada claustro, cada pasillo a Norte le pareció un enclave único, con esa esencia de paz, belleza y espiritualidad geometría del silencio que solo el tiempo puede proporcionar.