Bajó del autobús
entumecido tras casi una hora de viaje.
A pesar de conocer las incomodidades de ese medio de transporte, una vez más, prefirió
realizar el viaje hasta Antigua en uno
de esos coloridos
chiken buses.
El traslado desde Ciudad de
Guatemala había sido toda una aventura, entretenida pero también llena de
sobresaltos. Durante el corto trayecto, además de disfrutar de un paisaje
variopinto, había tenido ocasión de presenciar un acalorado altercado entre el
acomodador de su autobús con otro de la competencia; el motivo, la disputa de
un pasajero que esperaba en la orilla de la carretera y al que casi atropellan
en un intento de hacerse con un nuevo cliente. También pudo comprobar la pericia
del conductor que, en un derroche de irresponsabilidad continuada, puso al
viejo autobús en situaciones límite, tomando las curvas con una temeridad
propia de un corredor de fórmula 1.
Aun así, Norte nunca perdía la
ocasión de utilizar ese transporte público. Su compañero de viaje, un locuaz y
amable chapín de no más de 40 años e incondicional
del FC Barcelona, lo puso al corriente de la marcha del equipo de futbol con un
detallado relato de sus partidos en la Liga Española y en la Champions.
Tardó unos segundos en orientarse
pero, nada más bajar del autobús y tras asegurarse que llevaba consigo todas
sus pertenencias, se dirigió a su hotel. En cuanto salió del bullicio del
mercado y dejó atrás el polvoriento descampado de la estación de autobuses, ya
en las calles empedradas de Antigua, pudo relajarse y disfrutar de la brisa en
su cara, respirando el aire fresco. Un cielo azul intenso servía de telón de
fondo al penacho de humo que en ese momento salía del Volcán de Fuego.
Antigua, ciudad destruida y
reconstruida varias veces, ha sido devastada por las erupciones de los volcanes
y, sobre todo, por los terremotos. Pasear por las calles de esa
ciudad colonial, Patrimonio de la Humanidad, era todo un lujo. No recordaba cuantas
veces había estado y, en todas ellas sin excepción, había disfrutado el hermoso
contraste de la arquitectura renacentista española, trazada con criterios
racionalistas, con una variopinta mezcla de población local y, como telón de
fondo, un medio natural único. A pesar de la afluencia masiva de turistas que
se encontraba cada vez que la visitaba y que desnaturalizaba cada vez más su
esencia, para Norte era una de las ciudades más bellas que había visitado nunca
y, a pesar del aumento significativo de la delincuencia, nunca se había sentido
en peligro.
Nada más llegar al hotel, una
bonita sonrisa le recibió tras la mesa del altar que hacía las veces de
recepción, suavizando la sobriedad del retablo barroco del siglo XVII que
presidía la estancia. Ciertamente, no dejaba de impresionarle a pesar de ser
para él sobradamente conocido; además la penumbra que envolvía la recepción,
levemente iluminada por velas, le daba a una simple inscripción en un
hotel un cierto carácter místico que lo convertía casi en un acto de fe. En realidad
cada rincón del hotel era como un pequeño pedazo de historia y, desde su primera
estancia, Norte se había mantenido fiel y tan solo en un par de ocasiones se
había dejado seducir por otros establecimientos de la ciudad.
En tan solo un par de minutos, con
una profesionalidad que contrastaba con el lío que se habían montado con su
reserva la primera vez que se alojó en el establecimiento, hace ya algunos
años, le asignaron una habitación en la planta baja, tal y como había solicitado.
- Que disfrute de su estancia Sr,
y por cierto, le deseo que pase un buen día, ¡feliz cumpleaños!
Sorprendido, se dirigió a su
habitación. A través de los hermosos pasillos de suelos encerados, jalonados
por muros de piedra centenarios, Norte reparó que en efecto ese día era su
cumpleaños.
«Joder» -pensó, un poco sobrecogido
por los guarismos que había alcanzado su edad.
Encontró su habitación al final
de un largo pasillo. Estaba situada justo al lado de una hermosa fuente en la
que flotaban pétalos de rosa y que consumaba la escenografía del hotel que giraba
en torno al edificio de uno de los conventos más grandes de América, el que
albergó a la Orden de los seguidores de Santo Domingo de Guzmán.
Dejó la maleta y se sentó en el
borde la cama king size que presidía
la enorme habitación y Norte se sintió solo. Recordó a muchas de las personas
que habían pasado por su vida y de las que guardaba un grato recuerdo. Momentos
irrepetibles, lugares inolvidables, instantes únicos, … y deseó poder que todas
aquellas personas pensaran lo mismo de él.
Dejó transcurrir unos minutos y
sin deshacer su maleta, consultó su cuenta de Facebook. De pronto, una sonrisa se
dibujó en su rostro. Iluminado en rojo, un número mucho más alto de
notificaciones que los años que había cumplido, destacaba en el extremo
superior de la pantalla. Apagó el dispositivo y, más animado, salió a pasear por
las bellas calles de Antigua.