viernes, 22 de diciembre de 2017
viernes, 15 de diciembre de 2017
Quizás la más bella librería del mundo
A pesar de haberlo visto con anterioridad en varias publicaciones, Norte se
quedó sencillamente impresionado. Nada más atravesar las puertas de El Ateneo, el
ruidoso y molesto caos del tráfico de la Avenida Santa Fe cesó repentinamente y,
ante él se abrió una escena que lo impactó. Por todas partes, distribuidas en
lo que en su día fueron el patio de butacas y los palcos de un teatro, se disponían cientos
de estanterías con sus anaqueles repletos de libros que harían las delicias del
más exigente de los bibliófilos.
Había estado en muchas librerías hermosas a lo largo de su vida. Había
disfrutado, admirando las más bellas encuadernaciones, había buscado primeras
ediciones, se había deleitado con el olor a libro nuevo o simplemente se había recreado
pasando las páginas de aquel libro con el tacto y el grosor de papel perfecto.
Y es que Norte conocía y sufría esa bendita obsesión que le obligaba a pasearse
como un poseso entre las estanterías de las librerías y a recorrer los
interminables estantes repletos de libros.
Pero es que además, visitar El Ateneo, puso a Norte en la disyuntiva de
disfrutar de una librería con más de 120.000 volúmenes a la venta o adentrarse
en un hermoso edificio que te obliga a admirar su belleza. Porque la Librería
El Ateneo está construida en lo que un día fue el teatro Grand Splendid,
conservando todo el esplendor de la decoración original que allá por 1919
fascinó a los bonaerenses. Los frescos de su enorme cúpula, las barandillas de
los palcos con una rica ornamentación de dorados y rojos que siguen conservando
la elegancia innata de los grandes teatros. Todo se asociaba para integrar ambos
conceptos y mostrarnos, quizás la más bella librería del mundo.
Para él, deambular entre aquellas estanterías, era como convertirse en el
protagonista de alguna de las novelas que descansaban pacientemente en los
estantes, transformarse en el personaje de un cuento o, simplemente, quedarse
atrapado en una de las innumerables historias que atesoraban aquellos volúmenes.
Esa hermosa conjunción de continente y contenido era para Norte el puro placer
por la belleza.
Pero por si todo eso no fuese suficiente, allí al fondo, presidiéndolo
todo, destacaba el escenario. El mismo escenario en el que actuaron galanes y
actrices de la época y que conserva todavía el telón de terciopelo original. Es
el mismo escenario que acoge la cafetería donde se puede disfrutar de un mate o
un café,… quizás los mejores compañeros para una tarde de lectura.
Fue entonces cuando Norte se fijó en un libro que alguien había dejado sobre uno de los sillones que, repartidos por toda la sala, permiten disfrutar de la lectura. Y de inmediato una sonrisa se le dibujó en su rostro. Se trataba de “El libro de arena”, de Jorge Luis Borges, y recordó que “ni el libro ni la arena tienen principio ni fin”. Añoranza y belleza a partes iguales para una librería de una ciudad, Buenos Aires, que destila amor por la cultura y los libros.
sábado, 2 de diciembre de 2017
Horadando las olas
Nada más cerrar la puerta y posar su maleta, Norte descorrió las cortinas
que cubrían el enorme ventanal de su habitación. A pesar de ser tan solo las tres
de la tarde, las nubes y el viento que azotaban la costa portuguesa producían
una enorme y hermosa sensación de dramatismo que acrecentaba la agreste
belleza de los acantilados sufriendo las embestidas del mar.
Y, de pronto, todo su malestar se esfumó como por arte de magia. Su
monumental enfado con la compañía aérea por el retraso en el vuelo y la
consiguiente pérdida de su enlace fue atenuándose a medida que el viento húmedo
y cargado de salitre que entraba por el ventanal abierto de par en par, inundaba sus pulmones.
Sin casi explicaciones lo habían alojado en Ericeira, una pequeña población
situada a más de 50 Km de Lisboa, a la espera de las más de 24 horas que
tendrían que pasar hasta su próximo vuelo. Finalmente, resignado, comprendió
que era inútil rebelarse y que solo conseguiría aumentar su mal humor; así que,
sin perder un instante, se enfundó la única prenda de abrigo que llevaba y
salió del hotel dispuesto a disfrutar de la pequeña población pesquera.
Sin pensárselo dos veces se dirigió hacia el puerto pesquero situado en la
base de los acantilados. Desde la playa que se abría al abrigo del espigón
podía contemplar allá arriba, la fachada marítima del pueblo con sus casas
ribeteadas de azul, un azul desdibujado por la fría y gris luz invernal y la
fina lluvia que caía en eses instantes.
Mientras tanto, frente a la playa, un grupo de surfers esperaba
pacientemente para coger las olas más grandes y Norte se quedó un buen rato
contemplándolos. Para un amante del mar como él, ardiente entusiasta de la
navegación a vela, el surf siempre le había parecido un deporte apasionante, y
que posiblemente, para muchos de ellos, trascienda de una simple afición a un
modo de vida.
Y es que Norte tenía algunos amigos surfers que se movían como nómadas de
playa en playa, en una búsqueda incesante de la ola perfecta, pero
compartiendo, respetando, aprendiendo y, sobre todo, sintiendo, unos valores
que él había visto encarnados muchas veces en ellos y que en cierta medida
envidiaba.
Viendo a aquellos chicos flotando en sus tablas sobre el mar, esperando
pacientemente las olas, sin ningún ánimo de competir, Norte podía sentir su
pasión por el mar, su búsqueda constante de sensaciones, horadando las olas con
sus tablas para atrapar la magia que existe en el mar y que transmite el surf.
Poco a poco, al caer la tarde, los surfers comienzan a retirarse. Con sus
tablas a cuestas vuelven a tierra, posiblemente recordando el último impulso
para ponerse en pie sobre la tabla y deslizarse por la ola; y que Norte
imaginaba como algo muy semejante a una danza que hace aflorar de nuevo
sensaciones que recorren cada centímetro de sus cuerpos.
Para cuando llegan a Ericeira,
la noche se ha precipitado sobre las estrechas calles del pequeño pueblo de
pescadores que ahora comparte espacio con esta nueva forma de ver y entender la vida.
sábado, 25 de noviembre de 2017
El secreto mejor guardado
A medida que ascendía por la carretera que discurría como una serpiente, retorciéndose
entre los socalcos de piedra, Norte recordó que hacía ya varios meses que había
leído la noticia en la prensa y, a pesar de ello, todavía guardaba en su
memoria la asombrosa imagen de las paredes de la pequeña iglesia totalmente
recubiertas de unas extraordinarias pinturas murales.
Y ahora había llegado el momento de visitarla. Durante meses había hecho un gran esfuerzo para no caer
en la tentación de conocer la iglesia Santa María de Nogueira de Miño nada
más fue abierta al público; cuando docenas de autobuses acercaban a los
turistas a contemplar aquellas pinturas como una escala más en su apresurado tour
por la Ribeira Sacra. Ahora que se habían acabado las aglomeraciones del
verano, que la vendimia había terminado y que la soledad más absoluta se había apoderado
de aquel rincón de Galicia. Era, por fin, el momento para disfrutar de
aquel lugar donde el río, el vino y la piedra son los protagonistas.
A Norte, conducir a ritmo pausado por aquellas carreteras colgadas sobre
los cañones del río Miño, le producía una sensación extraordinaria. Los
viñedos, ahora teñidos de amarillo, junto con el agua, la piedra y el
silencio constituyen la esencia misma de un paisaje único,… casi mágico. En
pocos lugares como aquel se podía admirar una conjunción tan armónica entre el
medio natural y la impronta dejada por el hombre.
Por fin, vigilando un gran meandro de río Miño, un hermosísimo lugar denominado O Cabo do Mundo, Norte se encontró con una de las joyas artísticas de la Ribeira Sacra. Una pequeña iglesia que destaca sobre un puñado de casas.
Exteriormente nada hacía pensar que aquel templo acogiera en su interior nada excepcional. Como otras muchas iglesias de la zona, conservaba bellos elementos que recordaban sus orígenes románicos, piedras de duro granito cincelado, allá por el siglo XII, a golpe de fe y férrea convicción. Su rosetón, su magnífica portada sur, muchos de sus capiteles… destacan todavía hoy a pesar de la profunda reforma de su fachada barroca realizada en el siglo XVIII.
Es el románico rural, el complemento ineludible de este paisaje agreste y fascinante de aldeas perdidas, pazos centenarios, socalcos de piedra, bosques interminables y caminos encantados.
Por fin, las puertas se abrieron y Norte, impaciente, entró en el templo. La penumbra que reinaba en su interior apenas dejaba vislumbrar unas sombras aquí y allá, avivando su curiosidad y expectación.
Y, de pronto, las luces se encendieron y ante Norte apareció uno de los
mejores conjuntos murales del Renacimiento en Galicia. Por todas partes los
frescos de mediados del siglo XVI y de intensos y todavía vivos colores, se acomodan
a cada uno de los espacios, dando lugar a lo que muchos autores han dado en
denominar la Capilla Sixtina de Galicia.
Bajo varias capas de cal, al reguardo del tiempo, las pinturas permanecieron
ocultas durante años,… tantos que ya nadie del lugar recordaba que la iglesia
tuviese sus muros recubiertos de frescos. Así que cuando unas obras de
consolidación los descubrieron,… se puso de evidencia el secreto mejor
guardado.
Por todas partes, bellas escenas bíblicas de la Resurrección de Cristo, de
la Coronación de Santa María, de la Anunciación, un Pantocrátor, un Juicio
final o el Martirio de San Sebastián, llamaban la atención de Norte. Una
profusión de imágenes que deja sin aliento.
En ellas se podía apreciar el ciclo temporal de su realización, unos
cambios estilísticos perfectamente perceptibles y que comienzan en las pinturas
góticas del presbiterio, las más primitivas, hasta las más elaboradas y
recientes que se encuadran en el manierismo gallego.
Y es que Santa María de Nogueira
de Miño es el secreto mejor guardado.
domingo, 5 de noviembre de 2017
Entre el cielo y el mar
Entre el cielo y el mar, un puñado de islas emerge en medio de la
inmensidad del Océano Atlántico; roca, arena y viento con una rara y hermosa
mezcla de raíces africanas y la herencia europea. Es el archipiélago de las
Islas de Cabo Verde, un lugar para vivir la naturaleza...
Pero para Norte viajar es
algo más que ver simples escenarios, por asombrosos que sean. Para Norte
conectar con las personas, con la esencia local, es quizás la razón de ser de
sus viajes.
Apoyado en un precario muro, Norte no pudo menos que sonreír al ver jugar a
aquellos niños con una enorme y maravillosa sonrisa dibujada en sus labios
mientras quizás soñaban con emular algún día a sus ídolos del universo “Champions
league”.
En aquellos momentos eran los Ronaldos y los Mesis que se enfrentaban en
una final épica en el campo de arena y piedras situado en Salamansa, una
pequeña aldea de pescadores en la Isla de Sa͂o Vicente. Era sin duda el Bernabeu
o el Nou Camp, dependiendo de los sueños y predilecciones de cada uno de ellos.
Lo había visto muchas veces a lo largo de su vida y una vez más Norte
comprobó que, afortunadamente, los niños jugaban felices ajenos a la realidad
que los rodea.
Era domingo, ese día de la semana en el que las comunidades pesqueras de la
isla aprovechan para descansar, ese día placentero y relajante en el que
también en Sa͂o Pedro, Calhau o en la Baía das Gatas se ralentizan las labores diarias…
Una vez más, Norte reparó
en que vivimos en un mundo lleno de cosas prescindibles,… y que sin duda deberíamos
aprender a ser felices con lo que tenemos.
Y Norte no pudo menos que
parafrasear a Agustín de Hipona y también al refranero popular, y recordó que no es más rico el que más tiene,
sino el que menos necesita.
viernes, 27 de octubre de 2017
Las aguas de la felicidad
Por fin el cielo pareció aclararse y pequeños retazos azules asomaron aquí y allá entre las nubes todavía amenazantes tras la tormenta. Sobre ese hermoso telón de fondo, los restos de las termas de Caracalla, con sus grandes bóvedas desplomadas y enormes muros derruidos de ladrillo, destacaban sobre el horizonte.
Norte elevó su ceja izquierda mientras pensaba que no podía haber elegido mejor
momento para visitarlas. Apenas había turistas y el otoño se hacía notar,
coloreando las hojas de las frondosas que salpicaban el recinto de hermosas
tonalidades rojizas y amarillentas. Y dominando el paisaje, con sus formas
rotundas y su intenso color verde, los Pinus
pinea y los Cupressus sempervirens,
los mismos que se podían encontrar bordeando la Via Appia Antica.
Norte aspiró profundamente el aire límpido tras la tormenta, cargado de los
aromas acres y penetrantes de las coníferas y el inconfundible olor a tierra
mojada. Si algo le había gustado siempre de la “ciudad eterna” era precisamente
esa “conexión” de la vegetación con el patrimonio arqueológico y en las Termas
de Caracalla, más que en ningún otro lugar, se daba esa circunstancia.
Cerró los ojos para visualizar aquellos muros, ahora devastados por el paso
del tiempo, y revestidos en tiempos pasados por hermosos mármoles blancos de
Carrara; para deleitarse con los fascinantes mosaicos de formas geométricas del
que antaño fue el gimnasio o para asombrarse con el lujoso decorado de
estatuas, columnas y mosaicos; unas termas donde más de 1.600 romanos podían
disfrutar a un tiempo de las aguas de la felicidad.
Fue la expresión máxima de la búsqueda del bienestar, de la paz física e
interior que estaba al alcance de cualquier ciudadano. Allí se citaban los
romanos para hablar y relajarse. Era un placentero paseo por las aguas de la
felicidad. Baños que alternaban agua caliente en el caldarium, tibia en el tepidiarum
y fría en el frigidarium, para más
tarde pasarse por el gimnasio antes de abandonarse al ritual del masaje.
viernes, 13 de octubre de 2017
Entre el cielo y la tierra
«Quizás no sea lo más cerca del cielo que uno pueda estar pero sí lo más
cerca del cielo que uno se puede sentir»
̶ pensó Norte nada más traspasar el dintel de la puerta en la que
remataban las tortuosas escaleras de caracol que lo condujeron a los techos de
la catedral de Milán.
Allá abajo, cientos de liliputienses transitan atareados en torno a ella. Y
allá arriba, meciéndose con suavidad sobre el abismo, …un bosque de agujas,
gárgolas, contrafuertes y estatuas surgió ante él.
A medida que Norte ascendía, sintió una sensación cercana a volar,... era como
si pudiese elevarse sobre aquellos pináculos que parecían sostener el firmamento y sobrevolarlo surcando los cielos.
Desde aquella majestuosa maraña tejida en piedra, la ciudad continua
latiendo a su alrededor, rendida a sus pies.
Todo a la sombra de la representación hermosamente bella de la Madonnina, reinando
entre el cielo y la tierra.
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