lunes, 22 de mayo de 2017

Entre paredes de ladrillos rojos


Para Norte, Beacon Hill era la viva imagen del Boston que uno se puede imaginar cuando se enumeran los méritos que atesora la capital del estado de Massachusetts. Ser el lugar donde se forjó la independencia del país es una circunstancia que sin duda marcó la historia de la ciudad más antigua de los Estados Unidos y quizás esto le permitió mantener esa posición de privilegio en el ranking de efemérides de las ciudades norteamericanas. Poseer la primera biblioteca pública del país, encontrarnos con el metro más antiguo o tener el honor de haber construido la primera escuela pública, constituyen sin duda hitos que dan una idea del capital que atesora esta urbe en cuyas universidades, como Harvard y el MIT, se ha formado parte de la élite intelectual de este planeta y pueden presumir de contar con más de cuarenta premios Nobel entre sus exalumnos.


Y es que, a pesar de la enorme nevada que cayó el día anterior, el día amaneció límpido y eso animó a Norte. Boston en febrero era sinónimo de frío y mal tiempo; era como si dejasen olvidadas las ventanas abiertas y todo el frío procedente de Canadá se colase por ellas. Pero a pesar de ello, tenía la oportunidad de disfrutar de una estampa diferente de la ciudad, así que atravesó el Boston Common, el jardín más popular de la ciudad que ostenta, como no podía ser de otro modo, el honor de ser el parque público más antiguo de Estados Unidos. Un parque que además jugó un importante papel en la lucha por los derechos civiles ya que Martin Luther King Jr., mientras realizaba su doctorado de filosofía en la ciudad, utilizó a menudo el parque para dar a conocer su lucha pacífica contra la discriminación racial.

Desde donde él se encontraba podía disfrutar de una parte del skyline de la ciudad, con los rascacielos diseñados en los años 80 por los más prestigiosos arquitectos y que contrastaba con Beacon Hill, al norte del parque, un barrio de hermosas casas señoriales construidas con ladrillos rojos a principios del siglo XIX.


Desde el primer momento Beacon Hill cautivó a Norte, fue un amor a primera vista, un barrio fascinante que invita a perderse por sus estrechas calles adoquinadas, disfrutar de sus casas victorianas o contemplar sus hermosas y cuidadas puertas. Un lugar que le pareció especialmente próximo,… tanto que por momentos le pareció hallarse en Europa pero, a la vez, formando parte de una de las más hermosas páginas de la historia de los Estados Unidos de América.


Cuando llegó a Acorn Street no fue necesario que nadie le indicara que se encontraba en uno de los lugares más fotografiados de Boston y posiblemente de Estados Unidos. Se trataba de una pequeña y estrecha calle flanqueada de por antiguas casas de mercaderes y artesanos del siglo XIX que mantiene intacto su espíritu de otra época, tanto que su iluminación todavía se realiza mediante farolas de gas.


Porque, a pesar de encontrarse en una gran ciudad, Norte pudo comprobar que conserva costumbres de pueblo, y eso es quizás por la sensación de armonía que se desprende al caminar entre las paredes de ladrillos rojos de Beacon Hill.


lunes, 8 de mayo de 2017

El rincón discreto


No figuraba en muchas de las guías turísticas, ni solían recomendarlo en las oficinas de información y tampoco era uno de esos lugares que los viajeros tienen como indispensable en su lista de tópicos a visitar de aquella ciudad. Sin embargo para él era uno de sus rincones preferidos y siempre que podía, especialmente en primavera, Norte se acercaba a aquel pequeño y discreto jardín situado en el Gran Sablón, su barrio favorito de Bruselas.

Justo tras la Iglesia de Notre-Dame du Sablón, escondido tras unas bellas verjas de hierro  y custodiado por las representaciones de los diferentes oficios gremiales que en otro tiempo dieron fama y reconocimiento a la ciudad, se guarda un pequeño tesoro al alcance de cualquiera. Se trata de la Place du Petit Sablón.


Cada vez que se perdía por la diminuta parcela, a Norte le invadía un sentimiento de serenidad y paz interior que lo retrotraía a los tiempos no tan lejanos en los que cuidaba un pequeño trozo de tierra con la paciencia y perseverancia de un granjero. Una mezcla de huerto y jardín en el que pasaba sus horas libres, durante las cuales se dio de bruces con ese saber sencillo y natural que aporta la tierra cuando sueñas que puedes cultivar tus propias cosechas y, finalmente, establecer ese vínculo indisoluble con la tierra, sellado por el barro que se depositaba día a día bajo sus uñas.


Y es que durante cada primavera, los jardineros que cuidan con esmero la Place du Petit Sablón saben mantener con una naturalidad pasmosa la esencia de sus creadores, en un flirteo constante con los claroscuros, los volúmenes y el color. Un jardín que en realidad es una exaltación patriótica de un país que allá a finales del siglo XIX acababa de lograr su independencia, pero que mantiene ese halo de discreción y sencillez que fascinó a Norte desde el primer instante.


Pero, una vez fuera de ese pequeño rincón, el Sablón volvía a transformarse en lo que sin duda es para Norte, uno de los barrios más exquisitos de Bruselas. Un lugar singular en el que mercados de antigüedades y exclusivas tiendas de anticuarios comparten espacio con las mejores chocolaterías como Pierre Marcolini o Neuhaus, o las que para muchos son las mejores galletas belgas, Galletas de Maison Dandoy. Sin duda para Norte el Sablón constituía ese barrio exquisitamente discreto del que disfrutaba siempre que podía en Bruselas.


lunes, 1 de mayo de 2017

La noche azul


De pronto, una atmósfera surrealista lo invadió todo. La Núremberg formal, la Núremberg laboriosa, la Núremberg comercial, la Núremberg industrial..., se transformó con el resplandor de los neones, convirtiéndose en una ciudad mágica y seductora. Las historias cotidianas y corrientes se transformaron en relatos fantásticos y maravillosos, solo al alcance de los soñadores más osados. Y Norte se dispuso a convertir sus sueños en blanco y negro, en sueños azules, como la inmensidad azul del océano que baña las costas del lugar donde nació.

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La Blaue Nacht o la noche azul tiene lugar cada año durante el mes de mayo, en un evento en el que la ciudad de Núremberg se viste completamente de azul y miles de personas la visitan disfrutando de conciertos y representaciones teatrales en cada rincón de la ciudad.