«Podría pasar horas y horas contemplando el mar...» ̶ pensó Norte mientras se dejaba acariciar por el viento procedente del mar. Una corriente de aire cargada de aromas
salinos que henchía sus pulmones y revitalizaba cada una de sus células.
Frente a él, el cielo y el mar infinitos, con ese azul rabioso, ese azul
irrepetible del Mar Mediterráneo, una de esas creaciones que solo son posibles
cuando la naturaleza se pone manos a la obra y que, desde el punto de vista
emocional, le inducía a ponerse en sintonía con el medio que lo rodeaba.
Y en el Cap Formentor, allí donde la Sierra de Tramuntana se pierde en las profundidades del
Mar Mediterráneo, es allí donde el mar se apropia de la tierra, ejerciendo ese
efecto hipnótico, ese espectáculo incesante para los sentidos,… es la luz, es
el color, es el mar y el viento,.. es naturaleza en estado puro.
Pero sobre todo es azul, azul profundo, azul inmaterial y frío… y tan
hermoso.