miércoles, 9 de abril de 2014

A Brasileira (II)... y final


En la entrega anterior Norte descubre sorprendido que quién lo convocó es una hermosa y elegante mujer a quién no conoce...

De pronto, Norte se sintió incómodo. El aplomo y la seguridad de la que hizo gala su interlocutora hicieron que vacilara unos instantes. Finalmente se recompuso y, tras un pequeño titubeo, buscó su mirada para desafiarla y se encontró con unos hermosos ojos verdes que al instante, sin mediar palabra, le respondieron al reto, aceptándolo.

Trató de buscar desesperadamente algún indicio, algo en su memoria, que le permitiera relacionar el mensaje que había recibido con aquella mujer que, por unos instantes al menos, estaba logrando desconcertarlo. 

- Disculpe, ¿ha sido usted la que me ha enviado el mensaje para que acudiera a una cita hoy y aquí?

Un leve gesto afirmativo le confirmó lo que ya parecía obvio, así que Norte continuó con su interrogatorio.

Tendrá que perdonarme pero no encuentro la relación ¿Nos conocemos?

En el rostro de Luzia se dibujó una sonrisa disimulada que intentaba ocultar lo mucho que estaba disfrutando por el desconcierto en el que le había sumido. Era como un juego en el que, por el momento, ella tenía la iniciativa y llevaba ventaja.


- No, nunca nos hemos visto. Sin embargo, es como si lo conociera desde hace mucho tiempo –contestó por fin, añadiendo una nota más de misterio a aquella conversación.

Confuso, Norte no acertaba a encontrar el nexo que lo relacionara con la elegante y hermosa mujer que lo había citado. Sin embargo a cada instante que pasaba su interés por Luzia aumentaba. La mezcla de belleza y audacia del que hacía gala lo tenía absolutamente fascinado.

- En realidad a quién conoce es a mi hermana –prosiguió tras un breve silencio-. ¿No le suena nada Margarida y Estoril?

De pronto todo comenzó a tomar forma y recordó a la encantadora muchachita que había conocido hacía…, ya no recordaba cuántos veranos en Estoril: Margarida, nieta del dueño, por aquella época, de A Brasileira.

- ¡Por fin!, por un momento creí que tendría que explicarle mi árbol genealógico. Margarida es mi hermana mayor –le contestó socarronamente mientras buscaba algo en su enorme bolso gris de Carolina Herrera.

Norte la miró perplejo buscando similitudes entre la bella mujer que estaba sentada frente a él y aquella jovencita que recordaba a pesar del tiempo transcurrido. Poco a poco un montón de reminiscencias evocadoras de aquel verano se agolparon en su mente.

- ¿Pero cómo? … ¡no puede ser! –acertó a contestar torpemente.

- Mi hermana me contó infinidad de veces unas maravillosas vacaciones en Estoril en las que conoció a un chico español que la fascinó. Durante años he sentido curiosidad y, muchas veces, me he preguntado que habría sido de él. Hace unos días me vine a pasar una corta temporada en la casa que todavía nuestra familia conserva aquí en Braga y, ordenando algunos libros, me encontré esto –dijo poniendo sobre la mesa del café una vieja libreta.

Norte miró desconcertado para el cuaderno esperando una explicación.

- Es un viejo diario de mi hermana de aquel tiempo –le aclaró mientras lo abría al azar por una de sus páginas-. Te puedo asegurar que has dejado una profunda huella en ella.

- Yo también recuerdo con mucho cariño aquel verano. Fue ya hace mucho tiempo. Y muchas veces he pensado que habría sido de aquella chica que desapareció de pronto sin darme ninguna explicación.

Luzia buscó en las páginas del diario hasta dar con la que buscaba y enseñársela a modo de prueba.


- En realidad yo era muy pequeña y no lo recuerdo pero al parecer un familiar próximo falleció de un accidente y mis padres ordenaron hacer las maletas y marcharnos… ¿“De la noche a la mañana” dicen ustedes? 

- En el cuaderno –continuó- encontré tus datos y, rastreando, parece que he logrado dar contigo así que me atreví a enviarte la nota. Te pido disculpas pero la curiosidad me ha podido.

- ¿Cómo disculpas?, me siento halagado. Pero ante todo ¿cómo le va a tu hermana?

- Muy bien. En estos momentos me imagino que en Londres. Vive allí desde hace años con su marido y sus dos hijos. Nos vemos con frecuencia ya que la familia de Alexander tiene una bodega de vinos de Oporto y él se ocupa de la distribución. De todos modos –sonrió- la comunicación telefónica entre nosotras es habitual. 

Sorprendido, Norte esperó unos instantes mientras ella lo observaba provocadoramente, disfrutando del desconcierto que había provocado en él. 

- Ahora –continuó - solo espero que no te hayas molestado.

- ¿Molestarme? –le contestó haciendo gala de nuevo de ese gesto pícaro que le caracterizaba-, en realidad solo espero que lo que le haya contado su hermana no haya sido fruto de la imaginación de una jovencita y que me permitas invitarte a cenar.

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