Abrió los ojos sobresaltado y
apenas pudo vislumbrar las siluetas difusas de la habitación. Hizo un enorme esfuerzo
para intentar ubicarse, recordar en dónde se encontraba y, sobre todo, tratar
de poner un poco de orden en su mente en la que se amontonaban los recuerdos, incapaz
de distinguir si eran reales o formaban parte de un sueño. Confundido, como si estuviera
inmerso en una espesa neblina que lo desorientaba hasta el extremo de causarle
una enorme sensación de ansiedad, extendió la mano bajo las sábanas, quizás
buscando la confirmación material, la prueba de que no había sido una invención.
A medida que los minutos
transcurrían, la claridad del amanecer fue iluminando la estancia y, en su mente,
la confusión fue dando paso a la certeza…
y una sonrisa iluminó su rostro.
Fuera amanecía y los primeros
rayos de sol iluminaban la jungla de antenas que crecía exuberante sobre los
tejados de la ciudad, dando paso a un nuevo día.
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