Estaba realmente entusiasmada.
Pisar aquella ciudad era sin duda uno de sus mayores deseos jamás cumplidos…
hasta que, hacía tan solo unas pocas horas, el avión en el que viajaba había
tomado tierra en las pistas del aeropuerto JFK de New York. Después, la
interminable espera para pasar el control de frontera y finalmente, tras
recoger sus maletas, pudieron por fin subirse en un enorme “Lincoln” de color
amarillo que los trasladó al centro de Manhattan en poco más de media hora.
Las siete y media de la tarde,
cheking en el hotel que habían reservado, ducha rápida y, apenas sin descansar
y sin deshacer el equipaje, primer paseo por la ciudad soñada. ¿A dónde?
Durante un buen rato
permanecieron en silencio, abrazados y fascinados por el espectáculo de luz. Ante
ellos los enormes edificios con sus fachadas repletas de carteles luminosos con
sus anuncios, rápidos y electrizantes que hacían que pareciese de día. A pesar
de la lluvia que a ratos caía sobre la ciudad, Times Square rebosaba actividad
a aquellas horas de la noche con cientos de personas en sus calles, sorteando
los taxis de color amarillo. A ratos, los destellos de los flash de las cámaras
de fotos revelaban la presencia de numerosos turistas que, como ellos, trataban
de inmortalizar el momento.
- Fíjate, ¿cuántas veces vimos esta
plaza en las películas? –Preguntó Norte por fin, sobreponiéndose a la intensidad
del momento- ¡Es como un enorme decorado de cine!
- ¡Sí!, ¿no tienes la sensación
de haber estado aquí con anterioridad?
- Se rodaron muchas películas
pero recuerdo una en especial porque no en muchas ocasiones se puede ver este
lugar desierto. ¿Recuerdas a Ton Cruise en “Vanilla Sky”?
- No, no vi esa película –contestó
ella tras tratar de recordarla durante algunos segundos sin conseguirlo-. Pero
lo que sí recuerdo es la famosísima foto del beso de un marinero a una
enfermera publicada en la revista Life cuando el Presidente Truman anunció el
final de la II Guerra Mundial. Dice la leyenda que eran dos desconocidos que se
besaron de una manera espontánea.
Media hora más tarde un taxi los
dejaba junto al parque que se encuentra bajo el puente de Brooklyn. Desde allí,
a aquellas horas de la noche, el skyline de Manhattan resultaba deslumbrante.
Millones de luces iluminaban de un modo irregular los edificios del sur de la
isla, ratificando el dicho de “la ciudad que nunca duerme”.
- ¡Qué frío! –exclamó Francesca,
abrazando a Norte para protegerse del viento de la Bahía.
- Cuantas veces he contemplado
esta vista. Este es un lugar que todo el mundo debería ver al menos una vez en
la vida –le contestó él, rodeándola con sus brazos para tratar de darle algo de
calor-. Ahora no sabría decir pero, ¿no fue aquí la escena de Woody Allen y Diane
Keaton sentados un banco en “Manhattan”?
- Creo que no. Si no recuerdo mal
eso fue en el Puente de Queensboro, un poco más arriba. Me imagino que la vista
será muy similar. Creo que vi esa película media docena de veces – le contestó
ella abrazándose con mas fuerza en un intento de protegerse del viento-. Por
cierto, leí en algún lado que esa vista es de atrezzo, pero aun así no le quita
nada de glamour.
- Sí, creo que tienes razón. La
que seguro que se rodó aquí fue “Estado de sitio”, en la que Bruce Willis, que
interpretaba a un general, cruzó este puente.
- ¡No aguanto más!, tenemos que
irnos –se disculpó Francesca, tras un escalofrío.
Un rato más tarde un taxi los
dejaba frente al Flatiron Building, uno de los primeros e icónicos rascacielos
de la ciudad.
- ¡Guau! –exclamó Norte nada más
bajar del automóvil–. ¡El Flatiron Building! Aquí era la sede del periódico donde
trabajaba Peter Parker en “Spiderman”, ¿recuerdas?
- Pues claro que lo recuerdo.
Todavía debo tener por casa un poster en blanco y negro que me compré cuando
era jovencita –le contestó ella riéndose-. Los neoyorquinos lo apodaron “the
flariton” por su parecido a una plancha de la época.
- ¡Pero si casi es la hora! –exclamó
de pronto al tiempo que la toma de la mano y literalmente la arrastraba en buscaba
un taxi libre.
Pocos minutos más tarde se
encontraban en el Rockefeller Center. Frente a ellos se levantaba imponente el
rascacielos de General Electric.
- ¡Que pena que falten un par de
meses para navidad! –se quejó ella al ver la famosa pista de patinaje.
- Lo siento, no creo que nos
pongan un árbol de navidad pero, en compensación, tengo una reserva para el “The
Sea Grill”, el restaurante que hay justo en uno de los lugares más famosos y
fotografiados del mundo.
Tras la sorpresa de Francesca, se
sentaban en una de las mesas con vistas a la pista de hielo bajo la atenta
mirada de Prometeo un titán de la mitología griega que traicionó a Zeus, el
Padre de los Dioses, por robar el fuego para dárselo a la humanidad.
- ¿Te das cuenta?, es todo un
gran escenario cinematográfico. Vayamos adónde vayamos, parece que hemos estado
allí un millón de veces. Películas, anuncios publicitarios, fotografías, reportajes
de televisión, … fueron realizadas en esta ciudad.
- ¡Y todavía nos falta una semana!
–contestó Francesca-. Parece que en cualquier momento vamos a oír: “¡Silencio,
se rueda!
Excelente narración, tanto en forma como en contenido. Me ha gustado mucho :))
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte y comentar +Marybel Galaaz, New York es uno de esos lugares en los que uno reconoce cada esquina. Yo mismo he tenido la oportunidad de ver algún rodaje en plena calle.
EliminarPreciosas las fotografías y la narrativa. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado Mamen. Gracias por pasarte y comentar!
EliminarA narrativa, como sempre, impecável!
ResponderEliminarUm forte abraço!
Estou feliz que você tenha gostado. Muito obrigado!
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